Al visualizar en anuncios televisivos y en otros medios publicitarios los presuntos beneficios impresionantes de productos como Actimel®, Danacol®, Activia®, etc., quizá usted aún no se haya hecho esta pregunta: ¿En qué medida son los alimentos funcionales productos con propiedades saludables?
Actualmente, la legislación no define qué es un alimento funcional, por lo que la regulación es a través de la legislación sobre etiquetado. El fundamento científico debe ser del más alto nivel posible, y a su vez debe ser autorizado por expertos de la European Food Safety Authority (EFSA).
A pesar de la exigencia científica exigida, diversos beneficios para la salud son generalente atribuidos a estos productos en el etiquetado. Por tanto, quizá cabría preguntarse: ¿son más un medicamento que un alimento? Si la respuesta es que se asemejan más al efecto de un medicamento, posiblemente el superior rigor científico que la ley exige a la industria farmacéutica para publicitar debería ser similar al que se aplica sobre las declaraciones del etiquetado de los alimentos funcionales.
Asimismo, habida cuenta que la mayoría de los ensayos clínicos que se realizan con estos productos son simplemente contra placebo, y no contra otros productos ni contra otros fármacos -como se le requiere a los medicamentos-, no existe la evidencia científica suficiente que justifique determinadas declaraciones de etiquetado, que se amparan en una ambigüedad legislativa que proporciona a la industria la posibilidad de publicitar dichos alimentos con declaraciones poco claras, que los consumidores pueden interpretar como «curativas», «preventivas» e incluso «milagrosas». Por ello, debería adoptarse una postura más rigurosa y exigir que se establezca una definición clara de esta clase de productos.
Alimentos funcionales: el caso Actimel®
Desde septiembre de 2011 está prohibida la publicidad de Actimel® en Francia como consecuencia de los resultados de una investigación realizada por Didier Raoult, quien concluye que la incorporación de probióticos, especialmente en productos lácteos fermentados, podría producir una ganancia excesiva de peso en algunos animales. Este estudio alerta sobre la importancia de la evidencia científica de alta calidad para avalar la verdadera efectividad y seguridad del uso de los alimentos funcionales.
También Reino Unido ha extremado la precaución y ha restringido el uso de ciertas campañas publicitarias, por considerar que los mensajes transmitidos no se ajustaban a la realidad por carecer de criterios científicos los respaldaran. En España también se han empezado a interponer demandas judiciales contra determinadas declaraciones publicitarias.
Alimentos funcionales: conclusiones
A pesar de que el efecto real de los alimentos funcionales no está confirmado y su coste es mayor que el de un alimento normal que pueda aportar beneficios similares, los alimentos funcionales gozan de gran «valor social» entre los consumidores, sobre todo por sus supuestos efectos beneficiosos para la salud, como así demuestran diversas encuestas.
En estas condiciones cabría preguntarse si la labor de los profesionales sanitarios está siendo sobrepasada por los mensajes que entrega la industria alimentaria, mediante varios medios publicitarios, sobre todo televisivos. Teniendo en cuenta la gran confianza que los consumidores parecen depositar en tales mensajes y que indudablemente pueden producir confusión, los profesionales de la salud deben tener cuidado a la hora de recomendar estos productos, y advertir sobre posibles riesgos en el excesivo uso que se hace de ellos, o en el reemplazo de la medicación recetada por el profesional. Asimismo, las autoridades competentes deberían insistir en las regulaciones, para así tener mejores estándares a la hora de exigir a la industria alimentaria una mayor transparencia.
Finalmente, todo el mundo debe saber que ningún producto, por maravilloso que parezca, va a reemplazar los beneficios de una dieta sana, variada y equilibrada.
Resumido de: http://www.elsevier.es/es/revistas/atencion-primaria-27/los-funcionales-examen-alimentos-al-servicio-salud-90204707-editorial-2013
Como dice el compañero, es interesante distinguir entre la crítica a Actimel y el llamado bulo de Actimel. He incluido arriba el link a un comunicado que aparece en la revista customerhunt en el que se hacen eco de una petición que Actimel refirió al CSIC acerca del asunto.
En este sentido hay un anuncio de actimel acerca del llamado «bulo de actimel» que creo que hay que tener en cuenta. También me parece interesante revisar la entrada de la wikipediaacerca de Actimel para tener en cuenta que hay dos cosas que se suelen confundir: por un lado la crítica al producto y, por otra, el famoso bulo, en el que se habla de una serie de circunstancias que nada tienen que ver con la ciencia, como que el Actimel, en un momento dado, puede hacer que el cuerpo humano deje de producir sus propias defensas